Los emprendedores conocen el peso exacto de sus ideas, cargan con ellas de un lado a otro, en maletas, cajas o neveras de icopor, dónde encuentran la oportunidad de mostrar su trabajo y lograr recursos para darle impulso a sus sueños.
El viernes 19 de agosto, desde las 9:00 a.m. y hasta las 5:00 p.m., los viajeros que entraban y salían del aeropuerto Olaya Herrera se encontraron con la novedad de unos toldos en los que 21 “emprendisueños” ofrecían sus productos y servicios, estaban allí por la Feria Socioambiental, un evento que realiza el aeropuerto. Pero está ocasión se gestó gracias a la inquietud de jóvenes que lideran sus emprendimientos y que a partir de la juntanza comenzaron a trabajar hombro a hombro para crear oportunidades para todos.
En el final de un evento, un grupo de emprendedores conversaba con la gestora de alianzas del proyecto de fortalecimiento de Clubes Juveniles, sobre las dificultades e incertidumbres que tenían para participar de los circuitos comerciales en ferias y bazares, en los que en muchas ocasiones los costos de participación no logran ser salvados por las ventas, desanimando y frustrando el trabajo de muchas personas. Surgía con fuerza la idea de que era necesario articularse para crear oportunidades de mercado con menores riesgos, que les permitiera mostrar su trabajo y seguir ganando experiencia de mercadeo sin arriesgar el tiempo y los capitales invertidos.
Se decide que es necesario crear la mesa juvenil de emprendimiento con el liderazgo de dos grupos (Provegetal y Somos Marca), comenzando con un ejercicio de reconocimiento entre los mismos emprendedores y del intercambio de experiencias para fortalecerse. Al mismo tiempo, se abren conversaciones con empresas públicas y privadas asentadas en Guayabal para explorar oportunidades de mutuo beneficio.
A esta iniciativa se sumaron con generosidad el aeropuerto Olaya Herrera, patrimonio de la ciudad; Airplain, la empresa operadora de esta terminal aérea; y el Parque Biblioteca Manuel Mejía Vallejo - Comuna 15 - Guayabal, Comfama, para ofrecerle espacio, tiempo y recursos a los 21 emprendedores reunidos para esta iniciativa.
Eran las 9 de la mañana, en cada toldo estaban preparados para ofrecer lo mejor, las artesanías indígenas, los cubos de Rubik y los rompecabezas, las cremas caseras, las creaciones en telas, macramé, estampados, ropa, plantas pequeñas, joyería, cuadernos, vinos artesanales, velas aromatizadas, productos locales, jugos y viches del pacífico, crema de maní, y exóticos frutos secos. Era un corredor lleno de colores, sabores y aromas que tentaba la curiosidad de quienes por allí pasaban.
La timidez inicial para ofrecer y mostrar de unos, de preguntar y probar de otros, se fue venciendo, al punto que en los afanes que tiene cada viaje aparecía el momento para detenerse, probar y comprar.
Una viajera pasa de afán, cargando un morral más grande que ella, de pronto se detiene y se regresa a mirar unas camisetas. Le preguntan de dónde viene y contesta que de Villavicencio y agrega que va para Apartadó. Mientras escoge varias prendas agrega que va de un calor a otro, y pareciera que ese es su momento de descanso. Con una sonrisa encuentra espacio en el morral para su compra y de alguna parte saca fuerzas para cargarlo a la espalda y seguir su viaje.
Entre risas, el hacedor de vinos artesanales y “emprendisueños”, como a él le gusta decir, explica su historia, cómo aprendió a hacer vinos con un primo, como arrancó con capital prestado del papá, y que ahora es capaz de llevar su emprendimiento “solito”, dejando escapar una sonrisa de niño que todavía habita en un joven de 26 años, mientras ofrece vinos dulces, semi dulces y secos, y pone a adivinar a sus clientes las especias de su vino estrella.
Una pareja tiene un toldo con una toalla y una pirámide de cremas caseras. Les preguntan por los sabores, y empiezan a recitar su carta aprendida de memoria y dicha con gusto, que hay de cerezas, mango y maracuyá, salpicón, frutos rojos, mango biche con sal, y por allá, al final de lista dicen con algo de discreción “y de aguacate”. Con los ojos de sorpresa del cliente la pide y se va contándole a todo el que se encuentre que la crema está muy buena y dónde es que la venden.
En la tarde la Feria ofreció espacios de formación para los emprendedores participantes, quienes se turnaban para ir al salón del Parque Biblioteca Manuel Mejía Vallejo de Guayabal, vecino del aeropuerto Olaya Herrera, y que queda a unos pocos pasos.
En este espacio, bello, ordenado y tranquilo, los emprendedores más expertos ofrecieron sus aprendizajes y buenas prácticas a los principiantes, abrieron un diálogo directo sobre las dificultades, las solidaridades, y las innovaciones que surgen en el camino de quien le apuesta a la generación de oportunidades para sí mismo y para otros. Comfama además se sumó con acercar la oferta que tiene para los emprendimientos.
Así, toldo por toldo, emprendimiento por emprendimiento, hay una historia que conecta los sueños individuales con los colectivos. A las 5 de la tarde, entre sonrisas y complicidades, se notaba la alegría de la jornada, cada uno iba con algo más creado por otros de sus compañeros de la Feria Socioambiental resultado de los trueques, se llevaron a casa el resultado de sus ventas, las relaciones construidas, las personas conocidas, los aprendizajes compartidos, la certeza que la juntanza es el camino para crear oportunidades. Ellos también terminaron su viaje del día, llegando a casa con una novedad en sus maletas.
Con el trabajo colaborativo entre organizaciones juveniles, empresa pública y privada, se creó una oportunidad que le permitió a los 21 pasajeros de la Feria Socioambiental correr por la pista y hacer volar sus ideas y sueños.