Después del estallido social del pasado 28 de Abril de 2021, el cual se venía gestando desde 2019, el pueblo colombiano decidió salir a las calles en medio de una pandemia que presentaba su tercer pico; después de ese día (28A) para nuestro país nada fue igual. El Paro Nacional, se debería entender como una consecuencia de la realidad social, económica y política y no como una causa; digo debería porque cada persona construye su posición frente a todo lo que ha ocurrido.
Más allá de los hechos de los cuales todos somos conocedores, a través de las noticias y las redes sociales en este 2021, se comenzó a tejer una idea con hilos diversos como la población que somos. Una idea de país en el que todos tenemos un lugar y podemos construir un tejido social que nos permita vivir en una mejor nación con oportunidades para todos y sin olvidar la importancia del reconocimiento del otro.
“Lo último que se pierde es la esperanza” se ha escuchado decir generación tras generación; el mayor testigo de esta célebre frase es lo que está ocurriendo en las calles y no sólo allí, sino también lo que ocurre en los medios de comunicación, las redes sociales, las aulas de clase, en la academia, en las conversaciones con amigos y en cada hogar de este país en donde al desayuno, almuerzo y cena se discuten las situaciones que se han presentado durante más de un mes de paro. La idea que se teje de esperanza es fundada en construir un mejor país a través de la paz, la verdad, el respeto y el reconocimiento de la realidad social; todo esto lleva a construir un nuevo pensamiento más consciente y crítico ubicado en un contexto.
Por eso, traigo dos invitaciones, la primera es promover la consciencia y reflexión en cada uno de nosotros por medio del ejercicio del diálogo consigo mismo; pensar como ciudadano y como ser humano ¿qué deseo para mi vida propia?, ¿cómo me gustaría vivir en el hogar, familia, barrio, ciudad y país que habito?, ¿cómo puedo construir comunidad? ¿cómo quiere mi familia vivir? ¿qué oportunidades necesitamos? Es necesaria la reflexión en el camino de la esperanza para no perder el rumbo ni el destino y, en un análisis crítico como ciudadanos, hacernos cargo de las próximas elecciones de 2022 para elegir los candidatos más idóneos que representen esas ideas que se construyen de manera personal y con el entorno familiar.
La segunda invitación es a pensar en la forma en que podemos construir acuerdos con una pregunta sencilla ¿Qué necesita usted y qué necesito yo para vivir bien? Y con esto surgen más preguntas ¿Qué es vivir bien para usted y qué es vivir bien para mí? El camino es el diálogo, pero respaldado con los hechos, esta construcción de acuerdos los podemos iniciar con nuestra familia, en nuestro hogar, con los vecinos del edificio, unidad o barrio. ¿Qué necesitamos para vivir con dignidad? Indiscutiblemente primero, necesitamos la vida y que esta se respete, el agua, el alimento, oportunidades laborales y de estudio por mencionar algunas. No nos podemos olvidar de la paz, de hablar de ella, de recordarla, de perdonar, de reconocer lo ocurrido en nuestro pasado y de pensar en el daño colectivo que como nación nos ha causado vivir en guerra.
El tejido social diverso se puede comenzar a construir a través de un contrato que deje de ser social para ser comunitario, es decir, dejar de pensar como sociedad y empezar a pensar como comunidad, como comunes que deciden el rumbo de su propia vida, pero viviendo en comunión con el otro, ese otro que yo necesito, como dicen por ahí “si caminas solo irás más rápido, pero si caminas acompañado llegarás más lejos”.